Verbum Analecta Neolatina XXI, 2020/1–2
©2020 PPKE BTK
Abstract
In this paper we analyse the word formation of agent names in Spanish and Romanian according to crafts and labour terms used in the Middle Ages. The development of agent names can be traced back to Indo-European, Greek and Latin formulas. From a traditional perspective, in vulgar Latin, Middle Ages vocabulary contained suffixed words called nomina agentis, the most used elements being -tor and -ārius. Initially, the Romance languages preserved these agent suffixes, but in time, due to phonetic, morphological and semantic influences, new lexical elements were added with rural and urban values. We will study Latin suffixes in Romanian, we will compare them with those in Spanish, and we will analyse their productivity in these languages.Media tempestas o medium aevum son designaciones de una época sellada por el contraste, en la que las labores y las profesiones se desarrollan o desaparecen. Por lo tanto, los hablantes enriquecen la lingua franca por medio de la asociación de los afijos heredados con las bases prestadas o esbozadas, teniendo la intención de (re)definir viejas y nuevas artesanías, junto a sus artesanos. En este contexto histórico, intentamos aclarar y analizar, empezando desde la hipótesis de un fondo latín común y teniendo un corpus de dos textos antiguos, el concepto de nomina agentis, la evolución de los sufijos de agente y las semejanzas y las diferencias entre las dos lenguas románicas, español y rumano, a través de comparaciones morfológicas y semánticas.
En primer lugar, a partir de los estudios y de los trabajos de lingüistas europeos, como Émile Benveniste, José Alemany Bolufer, Alexandru Graur, Ramón Menéndez Pidal, Magdalena Popescu-Marin, vamos a conocer la formación y el aumento de los nombres de agente, hecho que nos va a ayudar a estructurar esta investigación, con el principal propósito de sentar la base teórica.
En segundo lugar, a pesar de la distancia cultural, vamos a examinar ciertos textos del español y del rumano, con el objetivo de averiguar los sufijos latinos heredados, de poner a la luz los sufijos de agente más empleados, de observar y comparar, entre las dos lenguas, la utilización de las palabras que designan los agentes. Sabemos que el hueco temporal aparta mucho la evolución de las palabras en las lenguas estudiadas, pero consideramos que esta misma discrepancia contribuirá a percibir y justificar mejor las diferencias y a contemplar las semejanzas.
Para facilitar consultas puntuales, incluimos el corpus que, de forma práctica, nos va a proyectar el vocabulario intrínseco de esos tiempos, dadas las esferas cotidianas que incluye. También nos va a servir al análisis de unas cuestiones morfológicas y semánticas, en un contexto de cambios sucesivos. Como los primeros textos romances fueron escritos por los monjes, para facilitar a los lectores “la inteligencia de vocablos y frases del latín”, según Menéndez Pidal (1926: 400), vamos a explorar el material léxico de dos obras emblemáticas, escritas por hombres de la iglesia, Libro de buen amor del Arcipreste de Hita y Carte cu învățătură del Diácono Coresi, que marcan una referencia en el proceso de formación de palabras, respeto a la derivación con sufijos de agente.
A base de un examen etimológico indo-iraní, Benveniste (1948: 11–18) separa el nombre de agente –autor de un acto– con la forma –́tr̥ (con acento tónico en la sílaba anterior), del otro nombre –agente destinado para una función– con la forma -tr̥ (con acento tónico gráfico en la “r”). La noción de ‘autor’ está definida por la acción que cumple el sujeto según el mismo acto, pero la de ‘agente’ apoya la función, aunque la acción pase o no, enseñando la destinación, como vemos en la palabra nétr que reflecta la persona que conduce, mientras en la netṛ (con tilde en la “r”) subrayamos la persona que tiene la misión de conducir.
Al pie de los poemas y de las prosas antiguas griegas, Benveniste (1948: 28–56) describe la situación de los sufijos de agente y confirma la similitud con el indo-iraní, a través de las dos formas: -τωρ correspondiente a –́tr̥ y -τήρ igual con -tr̥ (con acento gráfico en la “r”). Pero, en este caso, hay una diferencia, porque se emplea el adjetivo con el propósito de definir la actividad del sujeto en relación con el que hace el trabajo, por ejemplo, βώτωρ que se utiliza como adjetivo con ἀγήρ significando ‘el que cuida el ganado de ovejas’, mientras βοτήρ responde a ‘el que tiene el empleo de guardar’.
Sumando los elementos heredados del indo-iraní y del griego, el latín recurrió a la simplificación de la lengua, ofreciendo una sola forma -tor para representar al autor y al agente, así como aparece en dótor con el sentido de ‘la persona que da’, sustituyendo de este modo el viejo sufijo -tér, cuyo valor era la destinación, al verse en el ejemplo dotér con el significado de ‘persona destinada a dar’ (Benveniste 1948: 57–62).
En la Edad Media castellana, según Alemany Bolufer (1920: 119), los nombres de agente más frecuentes se presentan bajo las formas eruditas -tor y -sor, pero adaptadas a la lengua de la Península Ibérica mediante un cambio fonético de la [t], hecho que se observa en la versión vulgar -dor, y sus variantes -ador, -edor, -idor.
Solamente desde el siglo XVI se emplea la forma femenina -dora, porque las más habituales eran las masculinas y no se podían distinguir bien, así que se manifiesta la necesidad de introducir otros sufijos análogos, como -dero, -a (< lat. -torius, -a, -um) y ‑ero, -a (< lat. -ārius, -a, -um): entendedor/entendedera (Agudo Romeo 2007–2008: 42–44).
Otros derivados, nombres de agente, se forman con los sufijos latinos -ārius, -āria que resultan en español -ero, como una modificación fonética a través de la metátesis (-ārium se convierte en -airum), de la apertura de la vocal “-u” y la perdida de la consonante “-m”, y finalmente la monoptongación de “ae” a “e”. Se supone que el sufijo -duero es un producto de la influencia vasca en las transformaciones de -tōrǐum (asmaduero, cobdiciadero), que por medio de la metátesis se transformó en -toirum, donde la “u” se abrió, la “m” cayó, “oi” monoptongó en “e” y la “t” intervocálica se sonorizó. Por la acción de -ārium sobre -ero, se sustituyó -dero (Toledo 2016: 197).
Un sufijo prestado es -ato/-ata, utilizado por los nombres de agente femeninos en la lengua madrileña de la calle, como novata. Además del significado de nombre de acción, este sufijo se reflecta también en la forma -ado, para expresar artesanías (senado) que en los siglos siguientes reciben el sentido de dignidad (condado), duración (reinado), colectividad (alumnado). Junto a este sufijo, recordamos otro, -azgo o -adgo, creados en el espacio ibérico del latín ‑atǐcus, que funciona según las mismas reglas que el nombre de agente desde la perspectiva semántica, como vemos en alguacilazgo, cacicazgo, alarifazgo (Pharies 2004: 158–161).
Específicamente español puede considerarse el tema del participio de los derivados- nombre de agente e interfijo -ad, -ed o -id: duradero, valedero. La diferencia entre -ero y -dor es la raíz del derivado, en el primer caso tenemos una base nominal y en el segundo una verbal. Desde la base verbal añadimos el interfijo nasal “-n” y surgiere la forma del gerundio -ndo. A partir de aquí, tenemos dos casos: primero tiene que ver con la derivación regresiva -dera (barrer > barredor > barrendera > barrendero), el segundo está relacionado a la base nominal en -ndo donde empleamos -ero (encomienda > encomendero). Una variante de -ero puede ser -icero, -a en carnicero o manicero, pero es posible tener el interfijo -ec. Ciertamente, la oposición entre -dor y -edo consiste en la modalidad de actuar, el primero enseña la eficiencia de la resolución, el segundo la capacidad de finalizar la acción. Hacemos mención de la formación de nombres de artesanías, en comparación con -ero/-a, -dor/-a es más frecuente (Toledo 2016: 198–218).
En cambio, muchos de las denominaciones de empleos con -ero están en concordancia con los derivados con el sufijo grecolatino -ista, según los ejemplos: coplero y coplista, palabrero y palabrista, estufero y estufista. Entre estas formas dobles, podemos introducir los derivados –nombres de agente– que indican el aspecto de la acción –hablador, seguidor, viajero y nombres de agente que enseñan la función– viajante, hablante, siguiente (Palma 2004: 89–90).
Para observar mejor los nombres de agente españoles, hemos examinado la obra Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita o Juan Ruiz, del siglo XIV, período en el que la publicación y la lectura de las obras religiosas en lenguas romances estaban prohibidas. La obra presenta el amor común, inspirado por Aristóteles, con un carácter popular que subraya la sociedad cristiana de esos tiempos y lugares. Por lo tanto, el amplio vocabulario empleado nos ofrece una imagen de la productividad lexicológica, incluyendo los matices semánticos de los derivados de agente, que investigamos, y sus formas morfológicas peculiares de esa edad medieval.
El texto ofrece 83 nombres de agente, 62 formados en el territorio ibérico, 21 palabras heredadas del latín, con los sufijos de agente más utilizados -ero, -tor, -dor y sus variantes -ador, -edor, -idor, según hemos estudiado, por medio de los diccionarios de Corominas y de García de Diego. Con solamente un ejemplo, confesor (p. 103 f. 1127, p. 104 f. 1130, p. 105 f. 1154), hallamos un derivado con el sufijo de agente -or, con raíz verbal de origen latino. Mirando hacia los derivados castellanos, hay que especificar la representación sobresaliente de nombres de agente en -ador, es decir 27, frente a 19 con -ero, a 8 con -edor y a otros 8 con -idor, cuyas raíces latinas (52) superan las germánicas (2) y las occitanas (1). Sin embargo, destacamos tres palabras con origen desconocido, se trata de costumero (p. 55 f. 137), mansellero (p. 56 f. 561), bahareros (p. 114 f. 1255).
Morfológicamente, las bases más frecuentes son verbales, 43 del total, en los derivados con los sufijos -ador, -edor, -idor, pero más raras (19) son las bases nominales, en los derivados con el sufijo -ero. Deducimos que los hablantes tenían la tendencia de formar nuevas palabras desde verbos en primera, segunda y tercera conjugación, es decir, denominar agentes conforme a la acción del verbo empleado. El sufijo de agente más productivo es -ador, enseñando una preponderancia popular en el habla. Presentamos, a continuación, un inventario de nombres de agente, entre los cuales los siguientes derivados formados en el espacio ibérico con el sufijo -ador: 1 de una raíz nominal de origen occitano: bletador (p. 42 f. 406), 20 de raíces verbales de origen latino: librador (p. 97 f. 1053), trovadores (p. 12 f. 65, p. 15 f. 92, p. 141 f. 1575), madrugador (p. 71 f. 751), rascador (p. 85 f. 925), engañador (p. 26 f. 220, p. 43 f. 416, p. 156 f. 1716), amador (p. 43 f. 416, p. 75 f. 801, p. 79 f. 852, p. 135 f. 1503, p. 139 f. 1551), mezclador (p. 5 f. 10), cazadores/caçador (p. 49 f. 486, p. 30 f. 269, p. 49 f. 486, p. 52 f. 524, p. 71 ff. 746, 748, 751, p. 75 f. 801, p. 123 f. 1360), encantador (p. 30 f. 262, p. 80 f. 868), probador (p. 48 f. 472), loador (p. 55 f. 557), denostador (p. 55 f. 557), complador (p. 60 f. 615), estorvador (p. 68 f. 715), demostrador (p. 104 f. 1135), gritador (p. 112 f. 1229, p. 145 f. 1615), cantador (p. 83 f. 899, p. 145 f. 1615), judgador (p. 38 f. 348, p. 105 f. 1154, p. 132 f. 1461), labrador(es) (p. 50 f. 491, p. 117 ff. 1294, 1297), predicadores (p. 112 f. 1238), 2 de raíz verbal de origen germánico: guardador (p. 97 f. 1057), guiador (p. 67 f. 697, p. 135 f. 1503), 3 de derivados castellanos: ayunador (p. 145 f. 1621), peleador (p. 55 f. 557, p. 145 f. 1620), doñeador (p. 61 f. 633, p. 134 f. 1489, p. 135 f. 1501), 1 de raíz verbal de origen románico: andador (p. 145 f. 1621). Los sufijos -edor e -idor aparecen en el texto en formaciones derivadas, creadas en castellano, de raíces verbales, -edor junto a raíces de origen latino: vençedor (p. 28 f. 240, p. 129 f. 1428), entendedor (p. 49 ff. 478, 479, p. 56 f. 565, p. 126 f. 1399, p. 144, f. 1610), bebedor (p. 8 f. 18), fasedor (p. 19 f. 145, p. 58 f. 585, p. 64 f. 667), corredor(es) (p. 46 f. 443, p. 60 f. 615, p. 67 ff. 697, 704, p. 85 f. 925, p. 122 f. 1357), revolvedor (p. 51 f. 510), comedor (p. 34 f. 303), mordedor (p. 117 f. 1293), pero -idor junto a raíces latinas: partidor (p. 14 f. 84), sabidor(es) (p. 30 f. 261, p. 36 f. 323, p. 38 f. 351, p. 50 f. 491, p. 82 f. 888, p. 104 f. 1138, p. 145 f. 1617), oidor (es) (p. 87 f. 949, p. 105 f. 1150), pedidor (p.55 f. 558), desidor(es) (p. 4 f. 7, p. 21 f. 161), destroydor (p. 43 f. 416), reñidor (p. 145 f. 1620) y germánicas escarnidor (p. 55 f. 557). Los derivados con el sufijo -ero, encontrados en el texto, fueron desarrollados en español a partir de raíces nominales de origen latino: placentero(s) (p. 56 f. 561, p. 66 f. 687, p. 97 f. 1050, p. 112 f. 1226, p. 114 f. 1259, p. 118 f. 1305, p. 134 f. 1495), artero (p. 60 f. 617), lusero (p. 9 f. 37), compañero (p.10 f. 37, p. 16 f. 113, p. 17 f. 122, p. 28 f. 242, p. 70 f. 743, p. 72 f. 757, p. 89 f. 970, p. 116 f. 1283, p. 156 f. 1713), camineros (p. 27 f. 231, p. 90 f. 985), pregonero (p. 36 f. 327), ovejero (p. 36 f. 332), taberneros (p. 53 f. 535), ballestero(s) (p. 31 f. 270, p. 71 f. 753, p. 100 f. 1084), escudero(s) (p. 88 f. 961, p. 100 f. 1085, p. 113 f. 1240, p. 114 f. 1253, p. 145 f. 1620), sendero(s) (p. 71 f. 746, p. 85 f. 920, p. 88 f. 961, p. 90 f. 985), carniçero(s) (p. 26 f. 226, p. 33 f. 291, p. 110 f. 1212), marinero (p. 60 f. 614, p. 63 f. 650), bodeguero (p. 117 f. 1297), carnero(s) (p. 49 ff. 480, 483, p. 72 f. 766, p. 73 f. 781, p. 100 f. 1084, p. 108 f. 1185, p. 110 f. 1214), pajarero (p. 71 ff. 746, 751, 752), de un derivado castellano mensagero (p. 16 f.113, p. 22 f. 178, p. 98 f. 1068, p. 147 f. 1636) o de origen francés mesonero (p. 35 f. 317), y solamente de una raíz verbal de origen castellano mesturero (p. 56 ff. 567, 570, p. 94 f. 1020, p. 145 f. 1620).
En cuanto a los nombres de agente heredados del latín, encontramos en el texto palabras que están formadas, principalmente, con el sufijo -ador: pecador(a/es) (p. 5 f. 10, p. 10 ff. 41, 43, p. 13 f. 76, p. 64 f. 667, p. 96 f. 1046, p. 98 f. 1069, p. 103 ff. 1127, 1130, p. 105 f. 1154, p. 106 f. 1156, p. 107 f. 1169, p. 108 f. 1179, p. 135 f. 1501, p. 138 f. 1538, p. 142 f. 1578, p. 145 f. 1621, p. 147 f. 1636, p. 152 f. 1675, p. 156 f. 1716, p. 157 f. 1727), salvador (p. 4 f. 8, p. 9 f. 36, p. 10 f. 42, p. 96 f. 1046, p. 98 f. 1069, p. 149 f. 1658, p. 156 f. 1716), matador (p. 108 f. 1190), mercadores (p. 157 f. 1725), pescador (p. 82 f. 884, p. 85 f. 925), consejador (p. 91 f. 99), fablador (p. 20 f. 155), criador (p. 136 f. 1510) y el sufijo -ero: herederos (p. 138 f. 1540), solteros (p. 40 f. 373), mercadero (p. 49 f. 477, p. 96 f. 1041), conejero (p. 17 f. 120), caballero(s) (p. 18 f. 127, p. 50 f. 500, p. 60 f. 621, p. 72 f. 763, p. 100 f. 1084, p. 114 f. 1253, p. 115 ff. 1271, 1275, p. 120 f. 1329, p. 157 f. 1725), pandero(s) (p. 48 f. 470, p. 67 f. 705, p. 69 f. 729, p. 92 f. 1003, p. 110 f. 1212), cordero(s) (p. 49 ff. 477, 478, 479, p. 55 f. 556, p. 69 f. 728, p. 98 f. 1061, p. 108 f. 1184, p. 110 f. 1214, p. 128 f. 1415), seguidos numéricamente por el sufijo -tor: pastor(a/es) (p. 73 ff. 771, 772, 773, p. 89 f. 970, p. 91 f. 994, p. 108 f. 1188, p. 110 f. 1213, p. 111 f. 1222, p. 131 f. 1452), pintor (p. 48 f. 473, 474, p. 49 ff. 479, 481), doctor(es) (p. 5 f. 10, p. 8 f. 18, p. 11 ff. 46, 50, 53, 54, p. 50 f. 494, p. 104 f. 1135) y el sufijo -idor: traidor (p. 17 f. 119, p. 74 f. 790, p. 97 f. 1049), traydor(es) (p. 4 f. 7, p. 26 f. 220, p. 97 f. 1051), servidor (p. 4 f. 7, p. 51 f. 510, p. 58 f. 585, p. 59 ff. 606, 607, p. 60 f. 617, p. 62 f. 638, p. 97 f. 1058, p. 135 f. 1503, p. 151 f. 1669). Además de las palabras creadas y las heredadas, hay también una prestada, se trata de texedor (p. 48, f. 471) del latín texere.
Desde la perspectiva semántica, se delimitan las dos partes de estos nombres, primero la labor y el acto del verbo y segundo el sujeto y sus cualidades, así como vemos en trovador y lusero. Además, percibimos diferentes significados de los nombres investigados, dividiéndolos en tres áreas semánticas: según el resultado (criador, pecador, salvador), según el desarrollo de la acción (cazador, fablador, corredor) y según el agente (pastor, pescador, pintor).
Los nombres de agente se identifican en rumano por medio del sufijo latino ‑tor. Su etimología, en general, es incierta, a causa de la complejidad y diversidad lingüística de este territorio geográfico e histórico, pero el fundamento latino se prolonga y permite la aparición de nuevas formaciones. Por ello, los sufijos latinos se perpetuaron de esta forma: -ārius, -āria > -ar, -aricius > -ăreț, -onius/‑oneus > -oǐ, -torius/-tor > -toriu/-tor.
Desde el sufijo -ārius/-āria, tenemos, en rumano, derivados de temas nominales que añaden -ar(iu), para representar a las personas que tienen distintos empleos como, por ejemplo, mitariu, flecar. Independientemente del latín, ‑ar(iu) produce en rumano también adjetivos, para enfatizar la característica del empleo: coțcar procede de la palabra coșcă, ștrengar procede de la palabra ștreang (Graur 1929: 92).
Con una etimología ligada a -aris y a -ārius más -icius, detectamos en rumano sufijos productivos hasta el siglo XVIII: -ăreț, que, de base verbal, forma palabras con el valor de ‘el que hace’, como, por ejemplo, săltăreț, cântăreț, scăpăreț, y -areț que ha dado hrăpareț, fugareț, limbareț (Graur 1929: 93–94).
A través del sonido [r], Pascu (1916: 87) nos enseña que si la forma -ārius se confunde con -aris, -alis, si los femeninos se acaban en -are, se puede emplear este sufijo como correspondiente de -ar o aun lo puede sustituir, como vemos en căldare, cărare, vǐermănare, strămurare. Mediante una analogía el sufijo -ar se ha acercado al sufijo -ie (< lat. -iar < sl. -ije, -ijie < gr. -ιa), resultando el rumano -ărie, el cual encontramos en palabras con significado de ocupación, función: arhierie, popie, postelnicie (Popescu-Marin 2008: 127–135).
En cuanto al sufijo -oǐ, se lo asocian con el latino -one, que forma nombres de agente y aumentativos, o se explica a través de -oneus, que crea adjetivos. Tras identificar y estudiar los sufijos femeninos, Graur (1929: 94–105) concluye que el sufijo -oǐ no viene de -oneus, sino de un morfema femenino -onia, muy productivo en el latín vulgar (lenonia, histrionia), gracias a la preferencia por los sustantivos en -on, -ona.
A los temas verbales incluimos -tor, que tiene la misma función que el del latín, pero es diferente desde la perspectiva morfológica, dado que en rumano se permite la formación del adjetivo y, desde una perspectiva etimológica, se explica a través del femenino -toare. Hay que mencionar, también, que los sufijos latinos -tor y -torius, independientemente de los sustantivos o de los adjetivos construidos o que pueden sustituirse, no tienen un desarrollo etimológico claro en el rumano (Graur 1929: 106–107).
Popescu-Marin (2007: 183–194) propone una estimación de la utilización del sufijo en la lengua de los siglos XVI y XVIII, identificando 250 derivados con -tor, el sufijo de agente más productivo de esos tiempos.
El texto elegido, Cartea cu învățătură del Diácono Coresi, que presenta una doctrina cristiana, ha tenido una tirada muy alta en el período antiguo. Aunque, desafortunadamente no tiene una historia claramente delimitada, su léxico envuelve elementos lingüísticos de varias regiones y nos trae más cerca al habla de esos tiempos principiantes de la lengua dacio-rumana escrita. De este modo vamos a poder investigar los nombres de agente, específicos de ese período, es decir, la formación de ellos como proceso de derivación con sufijos de agente.
Tras analizar el texto y repartir los nombres de agente, por medio de los diccionarios DELR, DLR y de Cihac, descubrimos 97 palabras derivadas, 89 formadas en el territorio rumano y 6 heredadas del latín, empleando el sufijo de agente -tor y sus variantes -ător, -etor, -itor, -otor y el sufijo -ar(iu).
Primero, destaca la preponderancia de los sufijos de agente -ător y ‑itor/‑itoare, con 41 derivados, respectivamente 40, hecho que explica la preferencia por los verbos de primera y cuarta conjugación. Formados en el espacio rumano, los derivados con -ător tienen solamente bases verbales, de origen latino: vindecătoriu (p. 20 f. 9), vătămătoriu (p. 45 f. 17), scumpărătoriu (p. 195 f. 12), jucător (p. 546 f. 9), îndurătoriu (p. 150 f 26), închinător (p. 161 f. 20), furător (p. 283 f. 7), ertătoriu (p. 18 f. 3), cugetătoriu (p. 192 ff. 29, 30), neapărător (p. 436 f. 32), alergător (p. 15 f. 34), ajutătoriu (p. 4 f. 36), cuvântătoriu (p. 333 f. 12), ucigător (p. 27, f. 15 , p. 70, f. 28), curățătoriu (p. 45 f. 34), făcătoriu (p. 70 f. 26, p. 195 f. 11, p. 312 f. 25, p. 491 f. 4), văzătoriu (p. 97 f. 8), închinător (p. 162 f. 1), lucrătoriu (p. 174 f. 3), dătătoriu (p. 145 f. 3, p. 157 f. 4, p. 195 f. 12, p. 385 f. 31, p. 355 f. 18), arătătoriu (p. 132 f. 29, p. 198 f. 22), ascultătoriloru (p. 235 f. 5, p. 297 ff. 21, 23, p. 406 ff. 27, 35), judecătoriulu (p. 40 f. 21, p. 140 f. 39), fărmăcător (p. 70 f. 28), dregător (p. 113 f. 30), dereptător(iu) (p. 213 f. 6, p. 252 f. 34, p. 331 f. 20), zăcător (p. 297 f. 25, p. 316 f. 11), înnotător (p. 235 f. 3, p. 376 f. 2), prădător (p. 453 f. 33), neîmputătoriu (p. 20 f. 7/8), curătoriu (p. 159 f. 17, p. 191 f. 7), mâncătoriu (p. 229 f. 35), purtătoare (p. 233 f. 13), râzătoriu (p. 343 f. 2), semănătoriu (p. 355 f. 8), înțelegătorii (p. 369 f. 25), precepătoriloru (p. 369 f. 26), pierzătoriu (p. 485 f. 4, p. 278 f. 27), strigătoriu (p. 271 f. 7, p. 485 f. 4/5), învățătoriul(u) (p. 81 f. 18, p. 95 f. 30, p. 178 f. 17, p. 308 f. 15, p. 407 f. 23/24) y del eslavo neînșelători (p. 503 f. 12). El texto ofrece palabras esbozadas en tierra rumana, con sufijos -itor/-itoare desde temas, principalmente, verbales, pero de origen diverso, los más frecuentes son los eslavos: săditor (p. 301 f. 8), rânjitor (p. 58 f. 20), năpăstuitoriu (p. 235 f. 11), îndrăznitor (p. 130 f. 3), hulitor(iu) (p. 61 f. 32), săditoriu (p. 301 f. 8), spăsitoriulu/spăsitoare/ispăsitoriu (p. 12 f. 30, p. 75 f. 17, p. 96 ff. 29, 33), văditor (p. 339 f. 34), dobânditori (p. 344 f. 3), ziditoriu/ziditoriulu (p. 169 f. 11, p. 174 f. 3, p. 312 f. 25), priimitorii(iu) (p. 304 f. 8, p. 391 f. 23), gonitorii (p. 339 f. 35, p. 474 f. 26), pizmitoriu (p. 340 f. 17), propoveduitor (p. 106 f. 33, p. 332 f. 24/25), muncitoriulu (p. 50 f. 36, p. 485 f. 23), pomenitoriulu (p. 48 f. 8), tocmitor (p. 304 f. 8), cinstitoriu (p. 117 f. 38, p. 173 f. 10), protivitoriu (p. 328 f. 30), prilăstitoriu (p. 343 f. 2), nepohtitoriu (p. 385 f. 31), slăvitori (p. 519 f. 7), otrăvitor (p. 70 f. 28), glăsitoriu (p. 56 f. 31, p. 78 f. 27, p. 422 f. 26), iubitoriu (p. 31 f. 7), iscoditoriu (p. 409 f. 23), los latinos: săritor (p. 154 f. 24), peritoriu (p. 481 f. 27), îndărătnicitor (p. 214 f. 2), împărățitor (p. 179 ff. 35, 36), răpitorii (p.13 f. , p. 340 f. 29), despuitoriu/desăpuitoriu (p. 20 f. 8, p. 195 f. 11), mângâitoriu (p. 265 f. 2), los húngaros mântuitoriulu (p. 164 f. 35, p. 195 f. 12), biruitoriu (p. 436 f. 14), el serbio obiduitor (p. 453 f. 33), los derivados rumanos: viețuitoare (p. 309 f. 23), legiuitoriu (p. 310 f. 18, p. 387 f. 12), asupritorii (p. 106 f. 13, p. 397 f. 14), nevoitoriu (p. 45 f. 35) y últimamente dos inciertos, húngaros o eslavos: nesocotitor (p. 297 f. 25), socotitor (p. 432 f. 8). En cuanto a los sufijos -etor, -otor, hemos distinguido derivados, también desarrollados en el espacio rumano, de temas verbales, de origen eslavo mărturisetoriulu (p. 164 ff. 9, 23, 25) y latino: luotori (p. 448 f. 4), tăietoriulu (p. 541 f. 17), junghetoriu (p. 386 g. 26), neapropietoriu (p. 399 f. 2). La serie de derivados rumanos continua con el sufijo -utor, que se añade a temas nominales neștiitoriu (p. 524 f. 34), y con el sufijo -ar(iu), que se adjunta a bases nominales de origen eslavo: mitariulu (p. 14 ff. 23, 26, p. 15 f. 5, p. 17 ff. 24, 26, 29, 33), curvarii (p. 16 f. 18, p. 70 f. 29, p. 379 f. 22).
Segundo, desde un punto de vista semántico indican el agente desde la perspectiva de la acción y el acto de realizarla, mientras los nominales recuerdan el sujeto (învrăjmășitor < vrăjmaș) y sus características (dereptător < derept). Por este motivo, podemos dividir las palabras en tres áreas: según el resultado (ucigător, biruitoriu, văditor), el proceso (curățătoriu, glăsitoriu, ziditoriu) y el sujeto (învățătoriu, muncitoriu, tocmitor). Si miramos atentamente, podemos deducir el fondo latino de estos derivados, de forma más exacta, 56 raíces, seguidas, inmediatamente, por 30 eslavas, 3 húngaras, 1 serbia y 4 creadas en el espacio rumano. Dentro de estos tenemos también 2 nombres de agente con origen incierto o desconocido, se trata de tâlharii (p. 70 f. 28, p. 340 f. 29, p. 485 ff. 4, 23), învrăjmășitorii (p. 285 f. 21).
Tercero, las palabras heredadas que indican el agente se presentan con los sufijos -tor, -tor(iu) y -ător, de bases latínos: datoriu (p. 41 f. 4), dator (p. 523 ff. 17, 20), vânători (p. 208 f. 22, p. 332 ff. 20, 24), păstoriu (p. 34 f. 3, p. 60 f. 15), neguțătoriu (p. 78 f. 7) y con el sufijo -ar de base neogriego cărtularii (p. 415 f. 20). Ellas evocan denominaciones antiguas, del indo-europeo, o empleos ordinarios de la época.
Una vez perdidas o modificadas las palabras preservadas y creadas nuevas formaciones, el latín concedió su vitalidad a las lenguas siguientes. El movimiento de las lenguas supuso algunos cambios desde una perspectiva morfo-fonológica, pero también desde la léxica donde el sistema de la derivación sufrió transformaciones. El mecanismo léxico de ambos textos nos enseña el tipo de carácter semántico de estos nombres de agentes, que, a continuación, presentaremos en comparación, pero también añadiremos un examen de las formas en ambas lenguas.
En cuanto al origen de los sufijos, percibimos la principal similitud entre las dos lenguas, es decir, según las herencias conservadas, los sufijos latinos comunes son -tor, atestiguado, en español, como -dor, -ador, -edor, -idor y, en rumano, como -ător, -etor, -itor, -otor, y, también, -ārius/-āria, identificado, en español, con -ero y, en rumano, con -ar. Por un lado, tanto en rumano, como en español, el mayor porcentaje de las bases son latinas. Por otro lado, hemos observado que los sufijos de agente más productivos son -ador y -ător, añadidos, principalmente, a bases verbales. En concreto, notamos una oposición de las preferencias por ciertas bases verbales, o sea, en el texto rumano los derivados se forman desde verbos en primera y cuarta conjugación, pero en el español observamos, además de estas dos conjugaciones, también una predilección para la segunda. Al mismo tiempo, en ambas lenguas se aprecia una cantidad considerable en cuanto a las formaciones nuevas, desde raíces heredadas, en comparación con las denominaciones conservadas de la lengua madre, es decir, en el texto español identificamos 62 derivados nuevos y en el rumano 89.
Desde la perspectiva morfológica, las dos lenguas tienen una gran dinámica, adquiriendo una nueva función de adjetivo. Si en el latín los nombres de agente estaban representados por sustantivos, desde temas del supino o participio pasivo, amator, -ōris, ductor, -ōris, en rumano, especialmente, aparecieron adjetivos, que funcionaban paralelamente con los sustantivos, así vemos dereptătoriu. En el caso del español, conforme a nuestro texto, se emplean solamente sustantivos, es decir, se representan los sujetos, incluyendo cualidades. La diferencia entre los elementos morfológicos se dirige en concordancia con el sentido, donde se evidencia la tonalidad. No obstante, los sustantivos en español son más frecuentes que en el rumano, donde los sustantivos pueden confundirse con los adjetivos en el caso del sufijo -tor, es decir, el derivado con este sufijo tiene tanto función de sustantivo, como de adjetivo o ambas, como en el ejemplo de fărmăcător (Popescu-Marin, 2007: 183–184). En español tenemos 19 derivados de base nominal, frente a 3 en rumano. En efecto, las bases verbales dominan en rumano, con un número de 86, mientras en español encontramos solamente 42.
Con relación al género de los derivados, en castellano raramente se utilizaba el femenino para los nombres de agente, lo cual explica la tardía aparición de nuevas formas de derivación -dero, -a, -ero, -a, mientras en el rumano por analogía con -onius apareció el sufijo -toare, que etimológicamente provenía del femenino de -torius, -toria. En los textos religiosos investigados, salvo un término femenino en rumano, viețuitoare, aparecen solamente nombres de agente masculinos. Conviene subrayar el valor de profesión que toman, generalmente, estos nombres de agente masculinos, según el carácter popular que emplean en los textos estudiados, porque hacen referencia a una vida esencialmente rural, donde las ocupaciones eran dedicadas a los hombres más que a las mujeres que cuidaban la casa. Conforme al sentido de la base, observamos que las dos lenguas románicas guardan el significado de resultado y de sujeto, el rumano diferenciándose a través del valor de proceso.
En definitiva, el inventario de derivados nos revela también el grado de influencias lingüísticas que pasaron las palabras en su formación. Por lo tanto, opuesto al español, el rumano ha sufrido muchos más efectos léxicos, el más sustancial ha sido el de los eslavos, para ejemplificar, sobresalen 30 derivados con bases eslavas, 2 nominales y 28 verbales. A diferencia del rumano, en español hay un ínfimo número de orígenes distintos.
En este estudio hemos podido indagar la filiación latina y, al mismo tiempo, la especificidad lingüística de cada lengua romance investigada, en cuanto a la formación de los nombres de agente. Desde el indo-iraní hasta las lenguas romances, hemos visto que los nomina agentis conocen una sólida relación con la vida de los hablantes, donde se producen nuevas creaciones. En los textos analizados, las 27 palabras heredadas son muy pocas en comparación con las 159 desarrolladas, hecho que explica el avance lingüístico de las lenguas, conforme al continuo requisito laboral de las sociedades de entonces. Asimismo, comprobamos el fuerte enlace con la lengua latina y la herencia común de las lenguas española y rumana.
Los textos de los siglos XIV y XVI nos enseñan las palabras heredadas, los sufijos latinos heredados, ‑tor y ‑ārius/‑āria, y los más productivos, ‑ador, ‑ător y ‑ero. Al mismo tiempo, hemos destacado el recorrido de otros sufijos específicos, españoles y rumanos, extrayendo las diferencias producidas por las influencias de los pueblos fronterizos. Tras las comparaciones, hemos indagado por las similitudes –sufijos latinos heredados en ambas lenguas, muchos derivados formados en español y rumano– y las diferencias –preferencia por temas nominales en español y por temas verbales en rumano, más nombres de agente heredados del latín al español, que al rumano, mostrando tanto la afiliación latina, como la individualidad lingüística. En ambos idiomas hemos percibido tanto cambios morfológicos como semánticos, factores principales de la construcción y exposición de los romances. Motivo por el cual, el proceso principal y prolífico de la formación de palabras –la derivación con sufijos– trascurre un camino etimológico que abarca y define el léxico romance.
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